7.12.07

Todo pasa y todo queda

Ya lo dijo el poeta, y no me refiero a Joan Manuel, cuando reflexionaba sobre esa dictadura de lo cíclico, ese eterno retorno tan jodido de asumir. He de reconocer que cuando me levanto soy como un inocente cervatillo que se incorpora al girar del universo desarmado de maldad, malicia y otras armas de defensa propia.

Ayer, sin ir más lejos porque ni me apetece ni creo que sea indispensable para los miles de lectores que diariamente bloquean esta bitácora, me dispuse a tomar mi abundante desayuno -que cuando uno es de derechas es salvaje hasta en el yantar- prestando infantil atención a las noticias de la política patria, la actualidad ejecutivo-legislativa o la parodia nacional. Como plazcan los lectores en llamarla.

Primero se encuentra uno conque hoy es festivo y mañana puente en todo el Estado porque hace veinte y nueve años el sapientísimo, madurísimo e inteligentísimo pueblo español aprobó en masivo número una Constitución que está más despedazada que el vestuario del Barça.
Sigue uno interesándose y resulta que un grupo terrorista de cercanas montañas y desiertos próximos ha decidido que llega su pre-turno la pre-campaña electoral. Habrá que estar atentos para ver si esta vez quieren quitar rey o servir a un amigo de su señor.
Profundizando resulta que un Ministro de interior sale a toda mecha, a toda mecha, sin hacerse la estrecha, a decir cuando las pruebas son, cuanto menos, limitadas que han sido los dos chicos detenidos los autores. Ni otros dos ni otro uno ni otros tres, han sido la chica y el chico que están en alguna gendarmería al sur del país de Sarko.

Llega un momento en que el tazón de leche está enjuto, seco, consumido y los curasanes están ya más cerca del estómago que de la boca, y las ganas de seguir narrando paralelismos con otro tiempo pasado que está aún sin desentramar son realmente nulas.
Pena, por cierto, de un inquietante detalle. Lástima que hoy, ahora, el jefe de la oposición no se comporte como lo hizo el ahora presidente -por accidente- y dude a la hora de respaldar la voluntad de su electorado natural. Pena que en la concentración de la AVT no quisiese estar con más de medio millón de españoles durante dos horas manifestándose. Pena que prefiera estar cinco minutos con cinco mil personas al lado de partidos que negocian lo innegociable.

Y es que al final va a resultar absurdo negarse, y como dijo el truhán y señor:
Al final,
las obras quedan,
las gentes se van.
Otros que vienen las continuarán,
la vida sigue igual.