13.5.08

Replanteamientos estratégicos, derivas poíticas.

Cuando comenzó todo este quilombo de la renovación/desintegración del Partido Popular, muchos acusaron al sector mediático crítico con Rajoy de perseguir intereses personales, de tener sus propios candidatos y de intentar perpetuar la "línea dura"; de estar, en fin, moviéndole la silla al barbas para que sus afines (en Espe se hacía la personificación) se quedasen con el puesto.

Eran tiempos felices para los Sorayos: desde PRISA se les piropeaba, en el partido se les asignaban cuotas de poder cada vez mayores y por fin Nacho Uriarte tenía un trabajo.
Los gurús de los que se ha rodeado don Mariano (que ojo: sigue siendo el mal menor) aconsejaban un partido "menos antipático", argumentando (con gran dosis de razón, y por eso precisamente con gran dosis de demagogia proselitista) que una parte muy importante de ese porcentaje de indecisos que constituyen el principal "target" dentro del cuerpo electoral para los dos grandes partidos perciben a la derecha como un peligro, le tienen miedo al PP.
Por ello, simbiotizarse con el ganador, relativizar los temas de la firmeza antiterrorista o la unidad territorial, ablandar el discurso y abjurar un par de veces en los medios del "neoliberalismo salvaje" (con apartheid al señor Pizarro incluido) sería una buena estrategia. Y el de Pontevedra dijo .

Todo el mundo entiende que, independientemente de la simpatía personal que sintamos por ellos o de nuestra percepción sobre su grado de competencia y su poder de atracción político, Acebes y Zaplana sean, tras la derrota electoral, relegados a la segunda o tercera fila, por aquello de que PRISA hace bien su trabajo y los convirtió en "minifrancos", quemándolos para el trabajo de cara a la opinión pública. Todos podemos llegar a aceptar que el tiempo de gente como Trillo o Mayor Oreja haya pasado, y que dos derrotas electorales consecutivas exigen un replanteamiento de la estrategia y una renovación de caras. Pero no es esto lo que está sucediendo en el PP.

Hoy, en "la tercera" de ABC, Fernández Méndez de Andés viene a asimilar el caso de Rosa Díez en el PSOE con el asunto San Gil. Recordamos aquel triste proceso (quizá más pernicioso para el futuro de España de lo que fue la propia victoria electoral socialista en 2004) en el que PSOE se sumergió tras la victoria de Zapatero en las primarias del partido. Perdió Bono, un hombre percibido en aquel entonces por la derecha como íntegro y firme ante los delirios separatistas, y perdió Rosa Díez, de la que aún se tenía mejor opinión en la mayoría de la sociedad española. Y comenzó la transformación.
Se sacó a Redondo Terreros de la presidencia del PSE, y se puso al amigo de los batasunos (esto que digo es rigurosamente cierto, es una verdad objetiva que se va de cañas con algunos -que lo investiguen mis detractores-) Patxi López. Se arrinconó y atacó a Rosa Díez, que acabó abandonando la formación. Se firmó el Pacto del Tinell, que excluía cualquier negociación o entendimiento con el Partido Popular (era la época gloriosa del talante, recuerden), se echó a Gotzone Mora, una de las socialistas vascas que más agresiones y amenazas borrokas ha sufrido en los últimos años... Se fabricó, pues, un PSOE perfecto para la victoria (y sobre todo para borrar del mapa al PP), tanto a nivel central como autonómico, si se creaba un marco del "todo vale" adecuado. PRISA se encargó de girar un poco más a la izquierda el panorama y el análisis político nacional (y desplazar con esta maniobra a un PP que no se había movido del sitio más a la derecha, por posición relativa) y en estas estamos.

Ahora los populares intentan imitar la estrategia, relajar el discurso para ser un partido "más simpático" y si, por ejemplo, hay que dejar de preguntar por la desvergüenza del no-transvase para no quedar de intolerantes, pues listo.
Pero a algunos nos da la impresión de que alguien se está olvidando de algo: los lectores de El País no son los votos del PP, ni los oyentes de la SER ni los telespectadores de noticias Cuatro tampoco. Ellos son gente a la que le dicen que los problemas de la Justicia vienen de la ineficacia del sistema heredado del franquismo y se lo tragan sin plantearse que quienes dicen eso han estado gobernando durante 13 de los últimos 25 años sin tomar medidas de modernización del sistema, por ejemplo. Ellos nunca votarán a la derecha. Tampoco PRISA hará campaña por el PP sólo porque Lassalle sea el hombre fuerte de Rajoy.
Los votos del PP son los de la gente que se asusta y se preocupa cuando oye que María San Gil se desmarca de las posturas oficiales de su partido.

Al final el PSOE conseguirá lo que se propusieron Zapatero y sus ingenieros sociales: borrar del mapa a la derecha -gracias a la inestimable colaboración de la propia víctima, que siempre estuvo aquejada en nuestro país de severas tendencias autodestructivas; véanse UCD y AP, capítulos finales-.